Las relaciones se acaban. Me angustié. Estoy confundido y no sé qué hacer. Existe una lucha interna en mi mismo, entre lo que soy, lo que fui y lo que pretendo ser, sumado al hecho de que no soy. Sí, me di cuenta que no puedo ser, solo puedo tener mas jamás ser lo que tengo. Y ese es mi gran dilema, quién soy respecto a lo que tengo, y qué tengo respecto a quien supuestamente soy. Quién quiero ser, qué tengo y qué quiero tener y si eso me hace ser lo que quiero o no ser. Sé que te quiero, sé cosas. Te tengo y no te tengo a la vez. En la medida que te tengo te pierdo porque tú eres aquello que no eres y que me completa en la medida en que me hace falta. Sí, también me haces falta, y me pones en falta y eso me resquebraja. No sé qué hacer y no sé si es posible hacer algo, ni siquiera sé si sé algo. El saber me destruye y me constituye, me aprisiona y me apasiona, me desarma y me desalma porque ni siquiera tengo alma que alme como yo te estoy almando. No soy, no.
Frente a la necesidad de ordenar mis ideas es que me entrego, literato, al compás de esta tinta discursiva, que aclara la complejitud de esta psique extraviada en sus propios significantes. Estoy a un paso de reencontrarme con mi esencia, y es el camino más árido que he recorrido hasta hoy, porque aun no logro conectarme con eso que está ahí, y que al parecer quiero tanto hacer, como lo que llevo haciendo hasta hoy. Avanzo en parsimonia, testificando en mi angustia el deseo de movilidad desenfrenada al que aspiro. Quiero regalarme ese entendimiento desde la paciencia, porque en esta papeleta declamo los frutos del viaje que hace un tiempo llevo en ruta, y que hoy por fin de alguna manera arriban y se asientan.
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